El amor no es solo risas, caricias y diversión. Salidas a comer los fines de semana, viajes, fotos en lugares paradisiacos o un cafecito por la mañana previo a una tarde de pasión. El amor, eventualmente, también es procurar el crecimiento y las metas en común.
Compartir un techo no es solo una eterna pijamada con la mejor persona del mundo, es también compartir las decisiones relacionadas al dinero. Y eso, a veces, cuesta trabajo. Porque la vida cuesta. Nos guste o no, el dinero siempre es parte importante de la vida. Es nuestro sustento para poder tener comida, casa, comodidades y, cuando se puede, lujos.
Y si el dinero es importante para nosotros en lo individual, para poder disfrutar de una vida cómoda y plena, ¿por qué no lo sería igual o más importante en pareja?
Aquí es donde muchas veces empieza el conflicto silencioso. Las finanzas en pareja pueden ser un tema incómodo, incluso tabú. Pero tener una relación saludable también implica hablar de lo difícil, y hablar de dinero es necesario.
Si bien, el tema del dinero siempre es delicado, unas finanzas saludables en pareja requieren una comunicación abierta y sin juicios. Es por ello que en primer lugar debemos quitarnos todas esas máscaras y prejuicios respecto al dinero y platicar del tema con honestidad con nuestra pareja.
Esta comunicación implica poner sobre la mesa los hábitos financieros de cada uno, el estilo de vida al que están acostumbrados, y las metas financieras que cada uno tiene. Tu pareja, cuando se trata de dinero, no es solo tu confidente. Tu pareja se convierte en tu socio, y el matrimonio, noviazgo o concubinato se convierte en esa sociedad que ambos han de cuidar.
Pero entonces surge la gran pregunta: ¿quién paga qué?
Actualmente, muchos influencers de relaciones hablan del tema de cómo manejar el dinero en pareja de la manera errónea, buscando la polémica y abordando la situación desde una perspectiva sesgada que busca el debate constante para aumentar vistas e interacciones.
Que si el 50-50 está bien o está mal, que si el hombre alfa debe proveer, que si las mujeres ya facturan y no dependen del hombre para alcanzar su propia libertad financiera… En fin. Existen muchas perspectivas, muchas opiniones divididas, pero pocas se abordan desde una verdadera educación financiera.
Históricamente, el rol del proveedor lo ocupa el hombre, es cierto. Pero eso también encasilla a la mujer en el supuesto de que ella debe encargarse del hogar, y si se tienen, de los hijos. Esta idea nos pone en roles de género que, seamos sinceros, están pasados de moda.
Los tiempos han cambiado. Hoy en día, la libertad financiera no se alcanza con un sueldo de un trabajo de 9 a 5. Además, hemos aprendido a hacer equipo con nuestras parejas y normalizar que las tareas del hogar se comparten. La mujer ha demostrado en incontables ocasiones ser capaz de trabajar en roles importantes, generar dinero y crecer profesionalmente a la par de los hombres.
Sin bien es cierto que se habla de una brecha salarial persistente, las oportunidades de trabajo sin distinción de género han ido en aumento, y se ha trabajado activamente en reducir esa brecha.
Recordamos que hace apenas cien años era rarísimo que las mujeres trabajaran, pues no fue sino hasta el siglo XX que la participación de las mujeres en el mundo laboral se incrementó significativamente durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, debido a la necesidad de cubrir puestos de trabajo que habían sido ocupados por hombres.
Es por ello que abordar la salud financiera en pareja desde los roles de género obsoletos no es la mejor estrategia. Si la vida profesional de hombres y mujeres ha cambiado, las dinámicas financieras deberían hacerlo a la par.
Entonces, ¿quién paga qué?
La respuesta más honesta es: el acuerdo que les funcione a ambos. Y aquí va un enfoque práctico que puede servirles.
Supongamos que ambos trabajan y generan dinero. Una manera justa de compartir los gastos es dividirlos proporcionalmente. Es decir, sumar los ingresos de ambos y estimar qué porcentaje aporta cada quien a ese total.
Por ejemplo, si yo gano 12 mil pesos al mes y mi pareja gana 8 mil, yo aporto el 60% del ingreso total, mientras que mi pareja aporta el 40%. Entonces, una distribución justa sería yo hacerme cargo del 60% de nuestros gastos y mi pareja del 40%.
Sin embargo, este es solo uno de muchos acuerdos posibles. Lo principal es alinear expectativas financieras. Y para eso, un ejercicio muy poderoso es cuestionarse mutuamente:
- ¿Si no tuviera pareja, cómo manejaría mi dinero?
- ¿Cuáles serían mis gastos de vivienda, alimentación y transporte?
- ¿Cuáles son mis deudas actuales?
- ¿Actualmente gano suficiente para sostenerme solo/a?
- ¿Si mi pareja perdiera su trabajo, contamos con los ahorros necesarios para sostenernos al menos tres meses?
Estas preguntas pueden ser incómodas, pero también son transformadoras. Seguramente, en algún área, notarán puntos débiles: tal vez hay poco ahorro, deudas elevadas o ingresos muy dispares. Quizás se den cuenta de que uno podría cubrir los gastos mientras el otro ahorra para una meta común o un fondo de emergencia.
Tampoco se trata de eliminar el rol del proveedor en caso de que uno desee tenerlo. La verdad, muchos hombres soñamos con poder ser proveedores. Pero si ese es tu deseo, debes saber que requerirá trabajo, disciplina y paciencia. No es algo que se logre de la noche a la mañana.
Ahora bien, una vez que han hablado de sus ingresos, gastos y expectativas, toca pensar en el futuro juntos.
Aquí entra el presupuesto familiar. Establezcan en pareja cuánto destinarán a vivienda, alimentación, servicios, transporte, deudas, entretenimiento y ahorro. Esto les dará claridad y dirección.
Y no olviden incluir en ese presupuesto:
- Fondo de emergencia
- Ahorro para el retiro
- Planes a corto, mediano y largo plazo (como una casa, auto o la educación de los hijos)
Un presupuesto detallado les permitirá saber qué ajustes deben hacer, cómo optimizar sus gastos y qué metas financieras pueden comenzar a trabajar.
Finalmente, un consejo valiosísimo: busquen educación financiera continua.
Existen cursos presenciales y en línea, libros, podcasts y asesorías que pueden darles herramientas para tomar mejores decisiones y crecer juntos. Porque al final del día, no se trata de ver quién gana más, ni de imponer roles.
Se trata de hacer equipo con tu pareja para lograr juntos una vida de plenitud y libertad financiera.




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