Entender que la Vida a veces no tiene Explicación.
A veces, la vida pierde el sentido. Y esto pasa de un momento a otro. Son esos golpes inesperados, esas tragedias, o esos cambios de dirección los que hacen que muchos de nuestros planes se vengan abajo. Continuar después de eso y retomar el camino es difícil, pero no imposible.
Esta semana ha sido complicada para mí, por decir lo menos. Desde el sábado me enteré de una tragedia que tiró abajo muchos de los supuestos en mi vida.
Aunque soy una persona reservada que no suele contar su vida abiertamente, quiero compartirte un poquito para que entiendas el contexto. De un tiempo acá, gran parte de mi vida gira en torno a mi salud. Fui diagnosticado con insuficiencia renal crónica, y desde hace más de tres años tuve la fortuna de recibir un trasplante de riñón.
Sinceramente, una bendición que pocos reciben.
Cuidar de ese riñón ha sido mi responsabilidad, una muy grande, desde entonces. En mi mente, esta responsabilidad es tan grande que aún recuerdo cómo tuve ataques de ansiedad los primeros días de mi trasplante. Un miedo irracional a rechazar el órgano ocasionó que mi mente se llenara de escenarios catastróficos.
Sin embargo, siempre tuve una gran red de apoyo de mi familia, amigos, y el equipo médico que hizo posible que mi cirugía fuera todo un éxito.
Hasta antes de esta semana, yo estaba en el supuesto de que conservar mi salud dependía 90% de mí y 10% de mi médico tratante. El solo saber que estaba ahí para cualquier duda, malestar o urgencia era una tranquilidad indescriptible. Su atención oportuna la daba por sentada.
Lamentablemente, el viernes pasado, el doctor perdió la vida a manos de la delincuencia.
Esta pérdida, a todas luces injusta, me ha llenado de confusión y dolor, y me ha hecho replantearme muchas cosas. De momento, enterarme de esta tragedia alteró mi realidad.
Apenas semanas antes acudí al hospital por una urgencia que afortunadamente no fue nada grave. Saber que contaba con su atención médica tan oportuna era algo que yo ya daba por hecho. Saber que hoy ya no está con nosotros es algo que aún no le encuentro sentido.
Como usualmente pasa con la pérdida y el duelo, mi primer cuestionamiento fue ¿Por qué a mi? ¿Por qué si ya tengo tres años que recuperé mi salud y tres años en un tratamiento que ha sido todo un éxito, de pronto me encuentro a la deriva nuevamente, sin un médico tratante que me inspire la sólida confianza que me inspiraba él?
NO TODO PASA POR ALGO
En Va de Amores, me gusta siempre abordar el amor propio, la autoestima y el crecimiento personal desde un enfoque con objetivos. Hace tiempo, te contaba cómo utilizar el duelo a tu favor para crecer como persona. Este enfoque suele venir acompañado del discurso de “Todo pasa por algo” o “Todo tiene un propósito”.
Sin embargo, esta situación me ha hecho entender que no siempre es así. Verle el lado bueno a la vida es una práctica sana, si se sabe utilizar con sabiduría. El encontrarle el para qué a lo que nos ocurre es una forma bella de salir adelante; de aceptar el duelo, el cambio, la incomodidad emocional, y moldear nuestro discurso interno para encontrarle valor y para darle un propósito.
Pero este enfoque, aunque bien intencionado, no aplica para todo. Verás, a veces la vida no es justa. A veces la vida pasa, y no tiene explicación. Creer que de todo lo malo viene algo bueno, que detrás de la tormenta siempre viene la calma, puede hacernos caer en una espiritualidad tóxica o un positivismo forzado.
A veces, caemos en los clichés y usamos frases vacías para darle una explicación a eso que realmente no la tiene. Lo usamos como una manera de sobrellevar el dolor.
Lo cierto es que no siempre tenemos que sobrellevar el dolor. En ocasiones, lo que queda es afrontarlo y vivir con él.
ACEPTAR NO ES RENDIRSE
Hace semanas, también te platicaba de cómo trabajar en tu resiliencia para evitar buscar ser feliz todo el tiempo y mejor buscar la manera de encontrar la paz aún en la adversidad.
Porque eso es la resiliencia: aceptar lo que no se puede cambiar, sin rendirse ni resignarse. Cuando aceptamos la adversidad como lo que es, aunque no tenga sentido, aunque sea injusto, no es rendirse. Aceptar el dolor, la confusión y la falta de guía cuando los planes se vienen abajo también está bien. Es normal perdernos en el camino. Es normal que la vida sea injusta. Es normal que duela. Pero eso no significa rendirse ni resignarse.
Cuando aprendemos a aceptar la vida cuán confusa es, nos damos el espacio de vivir nuestras emociones. Nos permitimos ser vulnerables ante aquello que no podemos cambiar. Y finalmente nos permitimos hacer acopio de nuestra resiliencia para que, a pesar de todo eso, podamos seguir adelante.
¿CÓMO SEGUIR?
El amor propio también significa acompañarnos a nosotros mismos en los momentos difíciles. Es tenernos compasión y entender que está bien sentarse a respirar. Está bien tomar aire y replantear el camino. Aún cuando la vida no es justa, podemos elegir seguir amando, seguir viviendo, y seguir cuidándonos.
Una vez que aceptamos la realidad como es, nos permitimos encontrar nuevos caminos que nos lleven a nuevos planes, pues aunque algo que dábamos por hecho de pronto ya no existe, la vida también nos permite volver a comenzar.
Después de reflexionar lo que ocurrió, entendí que esto no me estaba pasando a mí. Ni de cerca la pérdida de mi doctor es algo que me competa, o que sea mía para encontrarle sentido. Él dejó a su familia, a sus amigos, y a su gran equipo médico sin un valioso pilar.
Hoy entiendo que mi salud depende más que nunca de mi compromiso personal.
Al doctor, no me queda más que agradecerle por todo lo que hizo por mí. Gracias por haberme devuelto la salud y por darme una segunda oportunidad.
Y a ti que me lees, recuerda que incluso cuando todo se tambalea, tú puedes seguir adelante. No intentes encontrarle los porqués a la vida.




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