Las relaciones en la actualidad están jodidas, ¿cierto? Con las tasas de divorcio a la alza y los matrimonios a la baja¹, un sobresaturado mercado de apps de citas y cada vez más personas intentando nuevas formas de relacionarse con otros desde el poliamor y las relaciones abiertas, pareciera que la monogamia y el matrimonio tradicional están por extinguirse.
Si bien, tener nuevas prácticas y formas de relacionarnos es una buena señal que indica nuestra evolución hacia un nivel de conciencia diferente sobre lo que significa el amor, es cierto también que las personas nos sentimos más solas cada día.
En un mundo con acceso a la comunicación inmediata con amigos, familia y personas desconocidas por igual, conocer y conectar con las personas a tu alrededor es más fácil que nunca. Del mismo modo, conocer a tu pareja ideal debería ser sencillo, ¿no?
Entonces, ¿por qué el divorcio va a la alza y las personas están optando por formar vínculos sexuales o románticos con múltiples personas en una forma diferente de compromiso?
La respuesta es simple: la paradoja de la elección.
Popularizada por el psicólogo Barry Schwartz en el libro homónimo, la paradoja de la elección es un fenómeno psicológico que ocurre cuando, al tener muchas opciones disponibles entre las cuales elegir, en lugar de sentir mayor libertad de ejercer nuestro libre albedrío, nos sentimos estresados, abrumados y, en última instancia, insatisfechos.
Para mí, este fenómeno está estrechamente relacionado con otro concepto un poco mejor conocido hoy en día como FOMO «fear of missing out». Básicamente, el miedo que sentimos de perdernos de experiencias que otros pudieran estar teniendo.
En la paradoja de la elección, el FOMO se manifiesta en el miedo que llegamos a sentir cuando, al tomar una decisión, pensamos que no fue la mejor, y que haber tomado otra decisión pudo haber tenido un mejor resultado.
Y bueno, ¿cómo afecta esto a las relaciones?
Actualmente, conocer personas por internet es algo sumamente sencillo. Tanto así, que nos hemos convertido en un producto más en un escaparate interminable de opciones. Aplicaciones como Tinder, Bumble o Happn buscan hacer que las personas hagan Match para poder, de manera sencilla, establecer una relación que promete ser más duradera.

Estas apps prometen afinidad entre las partes de la potencial pareja, pues al pasar por incontables filtros sobre preferencias y estilos de vida, se busca aumentar las probabilidades de éxito en la potencial relación. Sin embargo, estas apps no se han vuelto sino un catálogo inmenso de opciones.
Así, las personas que buscan una relación pueden llegar a abrumarse y sentir que, por más “perfecta” que sea la persona a la que están conociendo del otro lado de la pantalla, es posible que su media naranja se encuentre dos perfiles más adelante. Por lo tanto, conformarse con conocer a la persona que actualmente estamos conociendo no es opción, pues ¿quién puede resistirse a conocer al que se promete será la persona perfecta para nosotros?
Del mismo modo, los matrimonios y las relaciones largas sufren de este fenómeno, pues conocer a alguien nuevo es tan sencillo que las personas pueden llegar a replantearse constantemente si la persona con la que están es realmente la persona con la que deberían pasar el resto de su vida.
Si bien, es válido tener opciones y siempre buscar una vida amorosa plena, el exceso de opciones parece tener un efecto contrario en nuestra capacidad de encontrar esa satisfacción y esa felicidad.
Antes del internet, los celulares y las apps, conocer personas era más complejo. La gente solía conocer amigos de amigos, compañeros de trabajo y vecinos. Los más extrovertidos salían a bares o cafés y, si el momento se prestaba, se atrevían a acercarse a hablarle a esa chica linda o ese chico atractivo.
En otras palabras, antes las personas conocían a otras personas dentro de su comunidad. Sus opciones de citas y potenciales parejas se limitaban a su círculo, por lo que eventualmente terminaban formando vínculos con aquella persona que parecía ser la mejor de sus pocas opciones.
En la actualidad, los matrimonios que duran toda la vida parecieran ser menos, y las parejas de ancianos que tienen décadas de años juntos parecieran ser historias de éxito que solo han quedado en el anecdotario. Sin embargo, antes se tenía la creencia que un matrimonio era “hasta que la muerte los separe”. Por lo tanto, las parejas, conscientes de que se habían elegido la una a la otra para el resto de sus vidas, solían trabajar en arreglar sus diferencias.
Sé que lo que menciono también es discutible, pues incontables matrimonios que duraron toda una vida terminaron por tener dos integrantes que nunca fueron felices. La violencia y el machismo eran normalizados y el divorcio era mal visto, por lo que el matrimonio se sentía como una cárcel.
Es fantástico que hoy en día el acudir a terapia o a consultoría sea más normalizado, y que los jóvenes quieran arreglar los problemas que antes simplemente se barrían bajo la alfombra.
Entonces, ¿por qué si hoy en día somos personas más conscientes y dispuestas a acudir a terapia para arreglar nuestros problemas psicológicos y tener relaciones sanas, nos es más difícil lograr el éxito a largo plazo?
Creo yo que así como estamos más dispuestos a trabajar en nosotros mismos, también estamos menos dispuestos a aceptar las imperfecciones. El querer ser una persona emocionalmente sana nos hace sentir merecedores de alguien igual de sano. Y si bien no se debería aceptar menos ni tolerar abusos, tampoco debemos caer en el descarte de personas que no se ajustan al cien por ciento a tus expectativas.
El incontable número de potenciales parejas allá afuera nos ha hecho creer que debe existir alguien perfecto para nosotros, por lo que debemos seguir buscando hasta encontrarlo. Esto llega a ser abrumador, pues cuando nuestra pareja actual no se ajusta a nuestras expectativas, las dudas surgen y podemos pensar en que quizá es la persona equivocada.
Primero que nada, debemos de comprender que nadie es perfecto, por lo que nuestra media naranja no existe. Nadie puede cubrir tus necesidades y expectativas al cien por ciento, por lo que habrá cosas que están en nosotros trabajar, por más incómodo que esto sea.
En segundo lugar, el matrimonio perfecto no existe. El amor se suele confundir con el enamoramiento, por lo que al estar enamorados podemos precipitarnos a querer formar un vínculo duradero con alguien. Pero, cuando se acaba, el descarte suele ser la mejor alternativa, y buscar a alguien nuevo suena más sencillo que pasar por las pláticas incómodas y los acuerdos de pareja.
Sin embargo, el amor verdadero y duradero está detrás de esos momentos incómodos, pues el “vivieron felices para siempre” no es algo que llegue y que aún no has encontrado, es algo que se trabaja día con día.
Dejar de pensar que “hay muchos peces en el mar” y enfocarnos en trabajar para formar vínculos estables, sanos y duraderos con la persona que hoy en día está con nosotros es una de las mejores fórmulas para vencer la paradoja de la elección. Elige a la persona con la que estás día con día, y deja de pensar que hay más opciones disponibles. Al final, la felicidad no está allá afuera, sino está en renunciar a todo lo que pudiera ser por crear algo maravilloso con lo que ya se tiene.




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